Cine, Editorial 23 julio, 2019

El Rey León (2019) – Por Juan Pablo Lagunes @juampslag

por Redacción

En una de las escenas más icónicas de la película original, Mufasa le dice a Simba “Simba, me has olvidado”, a lo que su hijo le contesta “No. ¿Cómo podría?” “Has olvidado lo que eres, por lo tanto, me has olvidado a mí. Mira en tu interior Simba. Eres más de lo que te has convertido. Debes tomar tu lugar en el Ciclo Sin Fin.”, responde Mufasa y Simba dice “¿Cómo puedo regresar? No soy quien solía ser. “Recuerda quién eres. Eres mi hijo y el único y verdadero rey. Recuerda quién eres.” Es la frase que Mufasa termina por decirle a su hijo; y si cambiamos a los personajes y fingimos que Walter Disney es Mufasa y Walt Disney Studios es Simba… Representa básicamente esta película: Disney ha olvidado quién es, y digo esto, porque ahora sólo se apoyan de los remakes.

El Rey León de 2019 dirigida por Jon Favreau, no es una mala película; de hecho, me parece un triunfo cinematográfico en ciertos aspectos que tocaremos más adelante; pero Disney se encerró solito en la esquina queriendo hacer un remake de una de sus películas clásicas más adoradas por público y crítica. Era casi una misión imposible lograr superar lo que ellos mismos habían hecho dos décadas y media atrás.

En 2016, cuando las reavivaciones de los clásicos de Disney comenzaban a ponerse de moda, Jon Favreau entregó de la mano del estudio la adaptación de El libro de la selva con una fórmula que resultó convincente en todos los aspectos: elenco sensacional, respeto por el material original con un par de decisiones creativas en pro de la narrativa y, sobre todo, innovaciones tecnológicas sin precedentes. Tanto los resultados en taquilla (966 millones de dólares en todo el mundo) como en crítica (94% de aceptación por parte de la crítica especializada en Rotten Tomatoes) hizo que Disney confiara en Favreau para la realización de la historia del león que abandona su hogar después de la muerte de su padre (no es spoiler, todos la hemos visto). Por lo tanto, el director repite la misma fórmula (quizá un poco más restringido en cuanto a la libertad creativa dentro de la historia), pero con resultados diferentes en comparación con la historia de Mowgli. ¿Qué fue lo que pasó?

Desde mi punto de vista, el problema radica en el material original. El libro de la selva de 1967 no es ni por cerca tan encantadora ni tan querida por el público como sí lo es El Rey León de 1994; quizá la gente tenga presente al oso Baloo diciéndole al pequeño Mowgli que “busque lo más vital” y poco más, pero todos recordamos con lágrimas la muerte de Mufasa, la piel de gallina que nos ponía la secuencia inicial de “El Ciclo Sin Fin” o el partirnos de la risa recordando a un león adulto cantando “Hakuna Matata” junto a una suricata y un jabalí. Es por eso que había muchísima más presión por parte del público al hacer esta película, ya que, en caso de no lograrlo, los más fanáticos podría llevarse una gran decepción.

Es por esto por lo que Favreau se empeña mucho en lograr que las escenas más icónicas como lo son la secuencia inicial y la muerte de Mufasa sean una calca exacta a como las vimos en la versión original, porque en caso de no haber sido así, no nos hubiera generado la sensación que la lanzada hace 25 años sí hizo. Que, dicho sea de paso, aún así no se logra.

Los puntos más fuertes de la película son la dirección, los trabajos actorales de Billy Eichner y Seth Rogen como Timón y Pumba (que están sensacionales), de John Oliver como Zazú, y por supuesto de James Earl Jones como Mufasa, que 25 años después, sigue imponiendo ejemplarmente con sus enseñanzas de rey sabio a su pequeño cachorro; el score de Hans Zimmer, que rara vez falla y que toma gran parte del trabajo que le otorgó su único Oscar en 1995 para modernizarlo un poco y acompañar cada escena en la selva con melodías que te adentran completamente a la situación que ves en pantalla. Y, por supuesto, la creación de los efectos especiales.

Por esto mencionaba que la película es un logro cinematográfico que me hace pensar en lo que fue Toy Story allá en 1995 (me imagino, claro; ya que yo no estaba por aquí en esos tiempos); en verdad parece un documental grabado en las profundidades de la naturaleza africana y cada animal está construido de una manera tan realista y tan fiel a lo real que es inevitable no caer sorprendido ante ello. Pero esto mismo representa un problema para la película, ya que es imposible lograr algún tipo de emoción en los personajes. Por ejemplo, tenemos a Simba llorando la muerte de su padre y escuchamos a JD McCrary llorando, pero la cara del pequeño león es la misma que tiene cuando canta “I Just Can’t Wait to be King” lleno de alegría, haciendo que todo lo impresionante que se puede llegar a ver la película, represente problemas en cuanto a los personajes, porque no estamos viendo un documental, estamos viendo una película.

Aunque eso no se le puede reprochar ni a Favreau ni a su equipo de animadores porque era algo que simplemente no se podía lograr hacer jamás. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿cuál era la razón para hacer esta película?

Todos sabemos que Disney Studios ha encontrado su mina de oro con este concepto de los remakes en acción real, ya que en suma de todos los proyectos lanzados han recaudado más de $7,000,000,000 de dólares, pero ¿cuál es la justificación de hacer este tipo de proyectos? Entiendo que El libro de la selva o Dumbo tengan la justificación de que “son películas que han envejecido mucho y que los niños de hoy no tienen muy presentes”, pero ¿El Rey León? Van a pasar décadas y los niños van a seguir viendo la versión original con animación tradicional, y lo más importante: la van a seguir amando igual.

Las dos películas mencionadas pudieron añadirle algo a su historia que no estaba en la versión original, y eso resultó beneficioso para ambas, debido a la frescura inyectada en los proyectos; pero esta, por motivos de presión por parte de la audiencia, no podía hacerlo; así que ¿cuál era la necesidad de hacer esta película? ¿Únicamente para demostrar que eran capaces de animar a infinidad de animales para que se asemejaran a los reales? No. La razón es el dinero, pero nadie de nosotros es quién para juzgar la manera en la que Disney quiere llenar sus arcas, porque al final del día, están usando su propiedad, y sobre todo, nosotros no dejamos de asistir a ver sus películas.

En conclusión, El Rey León de 2019 es una película entretenida que de no ser porque tenía unos zapatos inmensos por llenar hubiera fascinado o todo el mundo, algo que solo logra de manera visual; ya que no cuenta con la magia o el encanto que sí que tiene la versión de 1994. Aun así, es uno de los mejores esfuerzos que ha hecho Disney en este concepto de los remakes en acción real.

Al final, la mejor que nos da esta película, es que nos hace valorar más la que hicieron Roger Allers y Rob Minkoff.

 

Calificación: 6.5/10.