Pensar por uno mismo, o dejar que te piensen

Bombardeo de datos la mayoría de las veces inexactos, imprecisos y malintencionados. Cada noticia, cada “filtración”, cada tuit (post en X) incendiario está diseñado para provocar una reacción, moldear una percepción y, muchas veces, empujar a la gente hacia una conclusión predeterminada.

No es casualidad, es estrategia. Y si no estamos alerta, acabamos siendo piezas de un tablero que otros mueven a su conveniencia.

El exceso de información no nos hace más libres si no sabemos filtrarla; al contrario, nos vuelve vulnerables. La saturación es un arma: entre más mensajes, más confusión; entre más ruido, menos claridad. Y en esa neblina, la mentira se cuela disfrazada de verdad, esperando que, por cansancio o comodidad, dejemos de preguntar. El que se traga todo lo que lee, escucha o ve, sin verificar, no está informado: está entrenado para obedecer.

No basta con “tener opinión”, hay que tener argumentos. Y para eso, hay que desconfiar, investigar y, sobre todo, resistir el impulso de reaccionar al instante. En un mundo que premia la rapidez, detenerse a pensar es un acto de rebeldía. No se trata de creer en todo ni de negarlo todo, sino de entender que la verdad rara vez grita; normalmente hay que ir a buscarla donde pocos se molestan en mirar.

Si cedemos el derecho a verificar y decidir por nosotros mismos, alguien más decidirá por nosotros, y lo hará en su propio beneficio. Así que, la próxima vez que una noticia “viral” te indigne o te entusiasme, hazte un favor: duda, confirma y luego decide. Pensar es más incómodo que dejarse llevar, pero es la única forma de que nuestra voluntad siga siendo nuestra.

También te podría gustar...

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *