¡Aguas! Del Populismo a la Tiranía.

La situación actual de Venezuela representa uno de los ejemplos más crudos de cómo los liderazgos populistas pueden degenerar en hegemonías autoritarias que sofocan la democracia y perpetúan el sufrimiento social.
A pesar de que millones de venezolanos acudieron a las urnas en julio de 2024 con la esperanza de un cambio, el régimen de Nicolás Maduro se aferró al poder mediante un proceso electoral plagado de irregularidades, represión y opacidad.
La reelección de Maduro para un tercer mandato, sin publicar las actas electorales ni permitir auditorías independientes, ha sido ampliamente cuestionada por observadores internacionales como el Centro Carter y la ONU.
Mientras tanto, el candidato opositor Edmundo González, quien según documentos independientes habría ganado la elección, fue perseguido judicialmente y obligado a exiliarse.
Este tipo de hegemonía populista se sostiene no por el consenso democrático, sino por el control absoluto de las instituciones, la militarización del país, y la criminalización de la disidencia.
Más de 20 millones de venezolanos viven en pobreza multidimensional, y cerca de 8 millones han huido del país desde 2014.
La narrativa oficial, que se presenta como defensora del pueblo, ha terminado por aplastar sus derechos fundamentales.
Venezuela ejemplifica al populismo, que cuando se convierte en culto al líder y se divorcia de los principios democráticos, puede mutar en tiranía.
Nos recuerda también que la defensa de la democracia exige elecciones con transparencia, pluralismo y respeto a la voluntad popular.