Opinión: Los opositores buscan sembrar enojo. El elegido debe mostrar empatía, cercanía y capacidad de escuchar. 

La contienda interna por la candidatura al gobierno de Querétaro toma forma cada día con más intensidad. 

Los aspirantes y liderazgos del partido oficial buscan proyectar cohesión en un momento en el que la oposición afila su narrativa crítica. 

La imagen nos dice: la prioridad es cerrar filas.

Un proyecto ganador en Querétaro requiere más que popularidad. 

Los queretanos valoran la estabilidad y la eficacia en la administración pública. La improvisación sería un error fatal.

No basta con las cifras, hay que conectar con la ciudadanía. El candidato debe ser percibido como alguien confiable, que entiende los problemas cotidianos y no solo los macro indicadores.

El equilibrio entre mostrar lealtad al proyecto y conservar un perfil propio será clave. La ciudadanía rechaza tanto al “delfín sumiso” como al “outsider rebelde”.

Seguridad, agua, movilidad y desarrollo sustentable son los temas que dominarán la agenda. 

El aspirante que logre dar respuestas creíbles y actualizadas se diferenciará de los discursos repetidos.

La oposición apostará por señalar desgaste, presuntos actos de corrupción y desconexión social. 

Para neutralizar esa narrativa, el oficialismo debe:

No confiar en que los logros se “explican solos”. La gente necesita ver en datos y en testimonios cómo las políticas les han beneficiado.

Preparar vocerías sólidas y rápidas, que desmonten versiones falsas o exageradas en tiempo real, evitando que se consoliden en la opinión pública.

 Mientras los opositores buscan sembrar enojo, el candidato oficialista debe mostrar empatía, cercanía y capacidad de escuchar. 

La narrativa de “unidad y esperanza” puede ser más poderosa que la del “hartazgo y enojo”.

La fotografía que publicó el dirigente estatal Martín Arango interpretada políticamente muestra un mensaje de fortaleza: figuras relevantes del panismo queretano (algunos ya en funciones, otros con aspiraciones) exhiben unidad, un valor estratégico en un momento donde el adversario se alimenta de divisiones. 

Sin embargo, la unidad no basta si no se acompaña de estrategia. 

El partido oficial deberá evitar caer en la soberbia de creer que Querétaro es “terreno seguro”.

La pregunta es ¿quién puede gobernar con legitimidad en un contexto social más exigente y con ciudadanos menos tolerantes al triunfalismo? 

El partido oficial tiene cuadros con experiencia, pero deberá afinar el mensaje, cuidar la narrativa y, sobre todo, ofrecer un rostro de renovación que haga frente a la crítica opositora sin desgastarse en pleitos estériles.

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